ME DESMORONO
A veces mis días se desmoronan como los edificios de Haití (sí, sé que el ejmplo no es muy bueno, pero sí muy gráfico). Hace tres días mi día se convirtió en un calvario. Es lo que tiene trabajar con gente y no con máquinas... la gente. La gente es odiosa e insidiosa a partes iguales, la gente es gente y no puede evitarlo. Hay días en los que me pregunto si no sería mejor dejarlo, lo del trabajo, dejar de aguantar estupideces, desagravios... Si merece la pena tanto esfuerzo y tanto palo.
Hoy, aunque no ha salido el sol, ha sido todo lo contrario. ¡Hasta me he reído con mis alumnos de taller de lengua! Más bien se han reído ellos conmigo - o de mí, ¡para que vamos a negarlo! -Hay días en los que dejo la poca cordura que me queda afuera, en el patio.
Definitivamente creo que un buen profesor no es el que más sabe, ni el que mejor hace pasarlo. Un buen profesor es el que quiere serlo, a cada minuto, a cada rato. De esos hay pocos, yo a veces me olvido y la mala leche me hace volverme un ogro. Pero es que hay días en que todo se viene abajo...
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Yo de nuevo -
el mio de toda la vida -