VOY A VIVIR CON EL HOMBRE INVISIBLE
Ya es definitivo. En esta semana he descubierto que F. es incapaz de sacrificarse un poco en esta incesante búsqueda del piso perfecto. Su trabajo es lo primero, y la casa después. Toda esta situación me está haciendo darme cuenta de qué clase de futuro nos espera.
Viviré con el "hombre invisible", que madruga muy temprano y que no vuelve hasta que anochece. No hace falta irnos tan lejos, hoy en día ya sufro los efectos; sobre todo cuando voy a las inmobiliarias y le explico a la "Mari Pili" de turno que hay que ver el piso a partir de las ocho de la tarde. Ella, con los ojos fuera de sus órbitas, me dice: ¿pero si a esa hora casi no hay luz? Y a mí sólo me queda encogerme de hombros y asentir.
Igual de invisible parece ser F. cuando ya estamos dentro del piso. No hace ni una pregunta, sólo mira, como llevado por un éxtasis frenético, se acerca al armario empotrado: lo mira, lo palpa, lo siente ... pero no dice ni MU.Cuando salimos del piso es peor; llega la hora de las preguntas.
-¿"Te ha gustado?"
-"Habla primero tú"
-"No, tú"
-"Prefiero saber tu opinión"
Y, así, en un bucle que lleva al infinito, pero a ninguna decisión. Aún así, prefiero al hombre invisible, que a La Masa, ¿no?
2 comentarios
maría -
jio -
a mi la masa me mola, ahí toda verde enterita como una lechuga, en cambio al invisible, prrrrrt.... :-P