¡POR FIN SE ACABARON LAS FIESTAS DEL PILAR!
Sí, amigos, siento decir esto, pero las circunstancias obligan: en estos nueve días he descubierto una confabulación judáico-masónica, venida del más allá, que ha decidido estropear mis días de asueto. Me refiero a un grupo de conciudadanos, claramente reconocibles por sus vestimentas (pantalón blanco, blusón en diferentes colores según su pertenencia- y sobre todo, como accesorios imprescindibles: chapas diversas y cachirulo). Dicho grupo social subversivo -ya sabréis que estoy de esos individuos llamados peñistas- que durante estos nueve días han decido morar en mi barrio, en pleno centro de la ciudad, y dejar ahí todo tipo de inmundicias y desperdicios.
Lo cierto es que esta plaga bíblica no sólo la sufrimos durante las fiestas en honor a la patrona de la ciudad, desgraciadamente, existe la costumbre ancestral de celebrar todo tipo de acontecimientos (religiosos, sociales y políticos) en el centro histórico. En Navidad: la cabalgata de Reyes, en Semana Santa; las procesiones, durante todo el año; las manifestaciones (por el transvase, por el león marino por lo que sea) y las huelgas, y así todo el año.
Y yo me pregunto, ¿por qué no llevar todas estas interesantes manifestaciones desde el punto de vista antropológico (hay que ser antropólogo para entender y soportar muchas de ellas) cada año a un barrio distinto? ¿Qué le parece mi propuesta Señor Belloch? No, claro que no, los peñistas quieren un Gracasa cerca de su casa, muchos Sabecos, y todos piden autobuses, conexiones a la estación ¿Pero a que nadie pide las fiestas en sus calles?
Dejo aquí el artículo, para una posterior investigación de campo: voy a infiltrarme entre ellos y tratar de exterminarlos desde dentro. El título del libro será: El año que fui peñista (creo).
Lo cierto es que esta plaga bíblica no sólo la sufrimos durante las fiestas en honor a la patrona de la ciudad, desgraciadamente, existe la costumbre ancestral de celebrar todo tipo de acontecimientos (religiosos, sociales y políticos) en el centro histórico. En Navidad: la cabalgata de Reyes, en Semana Santa; las procesiones, durante todo el año; las manifestaciones (por el transvase, por el león marino por lo que sea) y las huelgas, y así todo el año.
Y yo me pregunto, ¿por qué no llevar todas estas interesantes manifestaciones desde el punto de vista antropológico (hay que ser antropólogo para entender y soportar muchas de ellas) cada año a un barrio distinto? ¿Qué le parece mi propuesta Señor Belloch? No, claro que no, los peñistas quieren un Gracasa cerca de su casa, muchos Sabecos, y todos piden autobuses, conexiones a la estación ¿Pero a que nadie pide las fiestas en sus calles?
Dejo aquí el artículo, para una posterior investigación de campo: voy a infiltrarme entre ellos y tratar de exterminarlos desde dentro. El título del libro será: El año que fui peñista (creo).
5 comentarios
bernie -
fdo. un habitante del centro (de otra ciudad)
Nicolás -
Lo que realmente me resulta más insoportable de esto de que se celebren las fiestas "de todos" en "mi" barrio es que nos lo vendan como si esto fuera "una recuperación del casco histórico para la ciudadanía", vamos, encima con recochineo... o sea, que de asfaltar, arreglar la iluminación, ocuparse de los solares, del alcantarillado, etc. eso no, eso no lo hacen, pero cuando son fiestas tienen que venir a mearse y a vomitar en nuestros portales, eso sí es "recuperar el casco histórico para la ciudadanía". Tienes razón, María, al alcalde no le van a dar las fiestas a la puerta de su casa, porque vive en un chalet de lujo en El Zorongo.
la niña gusana -
PASKIMIX -
¿Quién eres, malandrina, que tanto sabes de mi vida y mis andanzas? Descúbrete o crea tu propia weblog.
Ya sé que no eres Dieste, y ahora la lista de sospechosos se acorta......
la niña gusana -