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María en el país de los mierdecillas

DÍAS DE LLUVIA

<center><strong>DÍAS DE LLUVIA</strong></center>

Los días de lluvia me ponen irresistiblemente triste, melancólica, taciturna, meliflua, sin ganas de nada, sólo de mirar por la ventana...¡Y se ponen los ojos azules! (lo juro, lo azul de mi pupila que suele pasar desapercibido en estos días vence al verde y al marrón). No me apetece escribir, no me apetece pensar. Hoy llueve a cántaros en la ciudad del viento, y no tengo ganas de estudiar.

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa 
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

Patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto
.

En tus ojos de lluvia
crecen pálidos árboles
de hielo
Entre sus ramas
tiembla
labrada en roca viva
la imagen de un ansioso
dios que sonríe
y mata.


La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje. 

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante. 

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe...

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